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¡FELIZ DÍA MAMÁ!

Sus hijos recuerdan a nuestra fundadora, Elena Reyes Norambuena:

Hace un par de días, tuvimos la oportunidad de festejar, celebrar y recordar a nuestras madres. Quienes tenemos la suerte de tenerlas, pudimos compartir una jornada llena de abrazos, risas y buenos momentos ya fuera presencialmente o unidos por la tecnología. Para aquellas que ya no están con nosotros, tuvimos momentos de recuerdo, anécdotas y un día para agradecerles y extrañarlas, con una flor o un te quiero que sabemos que escucharán desde dónde estén.

En esta fecha tan especial, queremos saludar a todas nuestras apoderadas y funcionarias que viven diariamente la maternidad, con este pequeño homenaje a la mujer, profesora y mamá que fue la fundadora de nuestra institución, la Tía Elena Reyes Norambuena. Sus tres hijos, Christian, Carla y Pablo, la recuerdan y nos acercan su ejemplo de trabajo, esfuerzo y amor, que sigue viviendo en ellos y en los principios que mueven diariamente el actuar de quienes formamos parte de la Comunidad Educativa del Colegio Rauquén.

Esperamos que cada día la labor de cada una de ustedes sea reconocida y valorada por sus hijos y que hayan tenido una hermosa celebración.

Christian Tello Reyes: “Era un ser humano lleno de amor”

“El primer recuerdo que tengo se remonta, por increíble que parezca, a mi nacimiento: estaba en una sala de hospital, al lado de una mujer, que era mi mamá y había mucha gente que se acercaba a verme.

Nuestra rutina diaria era levantarnos, mi papá nos llevaba al colegio, y nos reuníamos todos con mi mamá en la tarde. Ella era una persona muy tranquila, de una gran bondad, era un ser humano lleno de mucho amor. Tenía también su carácter, pero ese amor inmenso que sentía, la convertía en quien apaciguaba los ánimos en la familia, era la encargada de poner los paños fríos cuando había alguna discusión.  Además, le gustaba conversar:  nos hablaba de su niñez, de la crianza que tuvo con sus padres, que fueron muy estrictos, especialmente el Tata, y que por eso fue profesora y no Químico Farmacéutico u otra profesión relacionada con la ciencia, que era lo que más le gustaba, ya que no la dejaron ir a estudiar a Talca, sino que tuvo que quedarse en Curicó. Nos contaba sobre sus sueños, sus deseos de hacer cosas, de entregar algo bueno a los demás. Siempre me decía que con la persona que más podía comunicarse, era conmigo, lo dijo en reiteradas ocasiones y lo manifestaba abiertamente.

Su vocación se vio marcada por la decisión de mi tata de no dejarla estudiar otra cosa, pero sin duda fue muy feliz educando. Y así también, por una circunstancia adversa, como lo fue el despido de mi papá del Politécnico Juan Terrier en dictadura, que ambos retomaron un proyecto que tenían con un matrimonio amigo (Óscar y Flor, quienes lamentablemente fallecieron en un accidente automovilístico), y crearon el Colegio Rauquén, con el fin de entregar una educación distinta a la que el modelo ofrecía, enfocada en los valores y en las personas. Mi madre vivió para servir, para entregar lo mejor de sí a los demás, ayudando y escuchando a quien la necesitara. Era valiente y luchadora por esencia, y demostró su fortaleza también en su enfermedad, que fue un proceso muy difícil para todos como familia, en el que nos cuestionamos muchas cosas. Recuerdo que ella ya estaba con su cáncer cuando la felicitaron a nivel comunal por sus 30 años de servicio, un trabajo abnegado, de gran entrega. La mayoría de quienes fueron sus alumnos guardan muy lindos recuerdos de ella, que, a pesar de ser estricta, era una muy buena profesora y una persona muy cercana y humana.

Muchas personas me lo han dicho y también lo creo, que heredé de ella su personalidad: soy tranquilo, escucho y acompaño a quienes me necesiten, la forma de entregar cariño es muy similar a la que tenía mi mamá.

Si pudiera estar unos minutos con ella, más que decirle algo, la abrazaría muy fuerte y le daría un beso. Creo que las palabras en un momento así sobrarían. Tal vez le diría que la quiero mucho, ella sabía que cuando le decía esas palabras, es porque estaba preocupada de ella”.

Carla: “Era una muy buena mamá: preocupada, hacendosa, siempre estaba haciendo cosas en la casa, nunca descansaba”

“El primer recuerdo que tengo de mi mamá, es verla mientras me daba la comida, cuando era muy pequeña. En el día a día con ella, ya que nos tocó trabajar juntas en los inicios del colegio, la veía hacer sus cosas, ya fueran clases o tareas administrativas que le correspondían, mientras yo me desempeñaba como tía asistente en el Jardín. Nos juntábamos a hacer aseo.

Como mamá era enojona pero querendona a la vez, aunque le costaba mucho expresarse en ese sentido, ya que a ella le faltó en su niñez esa demostración física del afecto, y a pesar de eso, era una muy buena mamá: preocupada, hacendosa, siempre estaba haciendo cosas en la casa, nunca descansaba. Sino estaba trabajando en temas del colegio, estaba ocupada en los quehaceres domésticos, planchando, lavando, cocinando, ordenando. Era especial mi mami.

Cuando conversábamos, me contaba sobre su niñez; de cuando vivía en Iquique; de sus veraneos en Pitrufquén en la casa del Tata Pedro, donde llegaban en barcos italianos, y en el viaje su nana Nora les partía los tallarines y los italianos se enojaban mucho; de lo bien que lo pasaban en el sur, porque eran sus vacaciones soñadas. También recuerdo que me decía que cuando trasladaron a mi Tata a Curicó, del pánico que les tenía a los temblores, a los rayos, a la lluvia, ya que en el norte ese tipo de fenómenos no existían.

Ella tenía muchos sueños: quería ser una mamá, una abuela y una esposa feliz, no aspiraba a más. Conoció al papá (Tío Tito) en Los Niches, en la Escuela San Jorge, pero siempre me decía que lo había visto antes, en las ferias que se hacían en la Alameda de Curicó. Me contaba que mi papá hacía payasadas antes de subirse a la micro que los llevaba a la escuela.

Siguió el camino de la docencia porque no le dieron la oportunidad de estudiar Medicina o Químico Farmacéutico que era lo que ella quería, al ser la mayor le dirigieron su vida y la obligaron a quedarse en Curicó. Y como no tuvo otra opción en ese momento, entró a estudiar a la Escuela Normal, pero siempre con el fin de enseñar Ciencias que era lo que a ella más le gustaba.

La creación del colegio era una idea que tenían mis papás con un matrimonio amigo, el tío Óscar y la tía Flor, con quienes salíamos a veranear, eran muy cercanos. Los cuatro querían formar un establecimiento educacional distinto, lamentablemente los tíos fallecieron en un accidente automovilístico. Mis padres continuaron con ese proyecto hasta que en el año 1986 se inauguró el Jardín Infantil, primer paso de nuestro colegio.

Tengo miles de recuerdos de esos tiempos: nos levantábamos a las 6 de la mañana y nos íbamos a trabajar, Mi mamá y yo hacíamos los trabajos más livianos. Mi papá y Pablo hacían tareas más pesadas, con los maestros que estaban contratados. Lo que vivimos en esos momentos nos sirvió mucho para fortalecer la unión familiar. También hubo momentos de risa, llanto, peleas, nos pasaron muchas cosas. No olvidaré una noche en que quedó construida una muralla y estábamos todos felices. Y al otro día nos dimos cuenta que una vaca había botado todo el trabajo que se había hecho…fue una situación frustrante, tragicómica. En ese entonces me costaba entender todo ese sacrificio, me privé de muchas cosas como joven, pero hoy en día comprendo que todo valió la pena, está a la vista en cada rincón del colegio.

El mayor sueño de la tía Elena, en el mundo de la Educación, era que sus alumnos fueran felices, así en el futuro serían hombres y mujeres felices. Y en el plano personal, tener una familia común y corriente, plena, con sus hijos, nietos y bisnietos, eso es lo que ella quería.

De los consejos que me dio mi madre, el que más me acompaña es cuando me decía “¡Supérate, tú puedes, tú puedes Carla!”.

Pablo: “Lo primero que se me viene a la mente al recordar a mi madre es luz, amor, cariño, esfuerzo, dedicación. Un amor tremendo hacia mi padre y un amor incondicional hacia nosotros, sus hijos.

Tuve el orgullo de ser alumno de mi mamá, me hizo clases en 5° y 6° Básico; también tuve el honor de sentarme junto a ella en la sala de profesores y que me dijera colega. Recibí muchos consejos y atesoro varias conversaciones, como cuando revisábamos pruebas juntos, tomándonos un té o un café, y ella me entregaba orientaciones, las que fueron muy importantes para mí, que en esos tiempos comenzaba mis pasos en la docencia.

Como mamá era estricta, cariñosa; nos hacía darnos cuenta de nuestros errores y que aprendiéramos de ellos. Y también era así es su quehacer docente, en algunas de las escuelas donde trabajó le decían “La Sargento Pepper” o “La Sheriff”, por lo exigente que era. Le gustaba el orden y la disciplina, tanto en la casa como en el trabajo, pero con la dosis justa de cariño.

quería ser Química Farmacéutica, pero eso significaba estudiar fuera de Curicó y sus papás no la dejaron, mis abuelos eran muy aprehensivos, y la instaron a que estudiara Pedagogía en la Escuela Normal de Curicó, y se especializó en Ciencias Naturales, que era lo que le gustaba. Me imagino lo feliz que hubiese sido en un laboratorio, es por eso que el Laboratorio de nuestro colegio lleva su nombre.

Con mi papá se conocieron en la Escuela San Jorge de Los Niches, ambos eran profesores nuevos y allí comenzaron su relación. Para ellos no fue fácil su historia, a mis abuelos no les gustaba mi papá, porque lo consideraban de una clase social más baja, y se casaron a escondidas en Lontué. Y de esa unión nacimos Christian, Carla y yo.

Además de la familia, el gran proyecto y sueño de mis padres fue el Colegio Rauquén. La idea surgió de largas conversaciones con sus amigos Óscar y Flor, quienes lamentablemente fallecieron. Querían fundar un colegio que entregara valores, donde los alumnos les dijeran tíos y tías a sus profesores, y se les saludara uno a uno a la entrada a clases. En el proceso de construcción, como familia estuvimos totalmente involucrados, a mí tocó colocar el primer ladrillo. En esos tiempos mi papá era exonerado político y mi mamá trabajaba en doble jornada en la que es hoy la Escuela Ingeniero Jorge Alessandri Rodríguez. Aun así, ella llegaba a apoyar las obras, aunque tenía temor a las alturas y subirse a una silla le costaba, pero ahí estaba, pintando una sala, barriendo. Fue un esfuerzo familiar tremendo, especialmente de ellos dos, no con un afán de enriquecerse, sino con el objetivo de cumplir su sueño y el de sus amigos que ya no estaban.

Y lo lograron. Durante los primeros años, mi papá era el director y mi mamá era la sostenedora del colegio, era “La Jefa”, pero hacía clases en la mañana en la Escuela D- 1 y en las tardes venía al colegio a hacer clases a un 2°Básico. Mi papá hacía aseo, mi mamá iba de un sitio a otro, muchas veces no alcanzaba ni a almorzar,

Aunque mis padres querían fundar un establecimiento con un curso por nivel, desde Pre Kinder a 8° Básico. Nunca se imaginaron que sería el recinto que es hoy, menos mi madre, que falleció en 1998, y no alcanzó a ver a la primera generación de egresados.

Destaco el constante apoyo que se prestaron mi papá y mi mamá, especialmente en momentos cruciales de sus vidas, como lo fue el poner en marcha el colegio y durante la enfermedad de mi madre.

En su vida ella me dio muchos consejos, pero el más importante de todos es que quería que fuera feliz, que todo lo que realizara en mi vida, lo hiciera de corazón, no por obligación.

No era una persona de grandes anhelos ni requerimientos. Su sueño era vivir tranquila y feliz, hacer las cosas que le gustaban, como ser profesora, dedicarse a la Educación, estar en contacto con los niños y entregar lo mejor de sí en todo lo que hacía.

El proceso de enfermedad de nuestra madre, nos permitió unirnos como familia, y también nos enseñó a aceptar que hay cosas que no están en nuestras manos.

Mi mamá es mi ídolo, la persona que más he admirado, y quizás heredé de ella su amor por la Pedagogía. Y trato de cumplir, cada día, el lema que tenían ella y mi papá: “Si no vives para servir, no sirves para vivir”.

Si pudiera estar un momento más con mi mamá, lo primero que haría sería presentarle a mis hijos, ya que no los alcanzó a conocer, y que ellos pudieran estar con ella y quererla. Sé que estarían orgullosos de su abuela.

Gracias tía Elena por ser una gran profesora, una excelente mujer, y por, sobre todo, la mejor madre que me podría haber tocado en esta vida”.